Discursos Sobre a Cidade - por Fe Alvarez
Qué vida! parecía que la lucha no terminaba, pero tenía que buscarle un final, la situación así lo requería, se decidió y en un día de mercado dio el primer paso para solventar de una vez por todas aquella zozobra que le imponía la situación matrimonial. Repasó mentalmente la conversación, que había surgido con su comadre, durante una noche, que tomando el fresco se hicieran confidencias, hacía de esto ocho o diez dias, claro que tenía miedo, pero estaba decidida, o eso pensaba. eran tantos los fantasmas que la atemorizaban, la atenazaban, le quitaban lucidez mental. Recapitulando, su comadre le digera :
-Vas y cerca del quiosco del Arrabal, preguntas por el señor Vasco, ya sabes, es alto, tiene bigote, entradas bastante pronunciadas, nariz edunco y labios finos, los ojos bastante separados, si no está allí, en los dias de mercado está seguro y ya sabes, su mujer tiene un comercio, ya te indiqué donde es, esto por si no logras localizarlo y después hablas con él y le encargas que te traiga "eso" de Vila Real, o creo que es allí donde lo venden.
- No será peligroso?
- Qué peligros, qué nada. Es remedio santo, me contó la sobrina de mi cuñada que fue milagroso.
- Valgame Dios, solo de pensarlo ya tiemblo.
- Pues piensa mejor en los moratones que te hace tu marido cuando vuelve bebido, el dinero que derrocha y lo que pierde de trabajar.
- Tienes razón.
- Con la razón no se gana, se gana con lucha, así que el primer día de mercado, decídete, o seguirás así eternamente, algún día te deja en una silla de ruedas o peor, ya sabes a lo que me refiero, el año pasado si no fuese mi marido, te barria de este barrio, vaya que ya estabas criando malvas.
- Jesús, Ave María.
- Eso, llama a toda la "Corte Celestial" y no intentes ponerle fin.
- Iré el próximo dia, te lo aseguro, ahora estoy verdaderamente decidida, pues entre esto y los demonios que me atormentan.
- Qué demonios! esos deven nacer de los porrazos que llevas en la cabeza, cómo tendrás el cerebro... pues claro que ves demonios, ángeles, dinosaurios, santos, estrellas planetas, si lo piensas bien, puedes ver de todo y parecerte real.
Llegó al lado del quiosco, miró detenidamente a los allí congregados, el señor Vasco tenía que ser aquel que estaba limpiándose los zapatos, esperó y fue decidida, después de preguntarle y confirmar quien era, le expuso el problema y de lo que le habian hablado y pretendía que le comprase "eso". El señor Vasco, después de decirle el precio, se comprometió a traerle el remedio y como no siempre estaba por allí, se lo dejaría en el comercio de su esposa, sabía donde estaba? pues mejor así.
El lunes siguiente volvió y se fue hasta el comercio de la señora Vasco.
- Hola señora, su marido me trajo un encargo? sabe, es que, bueno..no sé si su marido le..
- No hace falta tanta duda, sí, tiene aquí lo que le encargó.
- Sabe, es que estoy nerviosa, tengo miedo.
- Por lo que sé, no encierra ningún peligro. Mire la medicina viene repartida en tres sobrecitos, que serán administrados en tres dias seguidos, si él acepta, bien, de no ser así tendrá que ser disfrazado en la comida.
- Por su voluntad sé que no lo toma, ya le hablé que había algo para odiar el vino y me costó un disgusto. Sabrá mal?
- Dicen que no altera el sabor de las cosas, yo no lo probé, pero es lo que dicen. Mi marido ya trajo algunos encargos de estos y por lo que sé, todos llegaron al éxito total.
Maria abonó el importe y se marchó oprimiendo los tres sobrecitos contra el pecho. Lo sentía como un tesoro y allí en el fondo de su corazón, lo tenía como un pecado, de decírselo, nada, la pondría negra, o le partiría algo, que aun tenía secuelas de cuando confiada le habló de aquella sin razón que vivian por culpa de la bebida.
El miércoles, la señora Vasco la vio aparecer, temerosa, encogida, casi parecía más menuda, más pequeña.
- Buenos dias, señora, verá yo, tengo que decirle una cosa.
- Buenos dias, diga, diga.
- Es que como temía matar a mi marido, le puse el primer sobrecito en la comida del perro, lo tuve todo el día controlado y nada.
- Si fuese para matarlo, no se lo venderían a mi marido y tampoco él se lo traería.
- Y por qué no lo hay en Chaves?
- Porque es un preparado que hace un farmacéutico y aquí no sabrán la fórmula, o no querrán, en realidad ígnoro el motivo. Pero no hay peligro.
- Y ahora no me sirve, verdad? es que le puse un poco del 2º, para que fuese más fuerte. Dígale a su marido que cuando vuelva que me traiga otro lote.
- Creo que vuelve el viernes.
- Entonces pasaré por aquí para la semana. Perdone, pero tenía miedo.
- Bien, aparezca el lunes, o cuando pueda.
Y el lunes a primera hora llegó, su pose era más decidida, se llevó nuevamente los tres sobrecitos. No sin antes contar unos cuentos de brujas y demonios, que sembraron la inquietud en la señora Vasco, pensó que con todo aquello, apariciones de demonios en el pozo o danzas de brujas en los caminos, la señora no estaba muy bien de la cabeza, aunque eso no era para preocuparse al menos no tenía instintos asesinos. Pasaron quince dias y nuevamente en un día de mercado volvió por la tienda, nada que le encontrara gusto al parloteo que se permitiera, pensó la señora Vasco, o quizás venga a contarme los logros conseguidos con la medicina. Verdaderamente, por qué no la harian en Chaves?
- Buenos días. Perdoneme señora, ví a su marido pero preferí venir aquí, le tengo más confianza.
- Buenos dias, qué ya está el problema resuelto?
- Nada, nada, que no me atrevo, el día antes de ponerle el primer sobrecito, oí revolotear por el tejado, creo que era una mala señal, algo me avisaba desde el más allá.
- O el más acá, no vuelva con esas cosas, es la cabeza y los nervios que le están jugando una mala pasada; pero si teme tanto déjelo, no le ponga nada, así gastó el dinero inutilmente.
- No voy a tirar nada, usted puede dárselo.
- CÓMO? cómo voy a dárselo yo, usted no está bien, ni conozco a su marido.
- Yo se lo enseño de lejos y después lo invita a tomar una infusión a su casa.
- COMO LO VOY A INVITAR!?
- Pues invitándolo.
- Señora pienselo, si lo invito a una infusión o un café o lo que sea, se tomará este gesto por otra cosa.
- No, ni lo piense, mi marido no es mal pensado.
- Mal pensado o bien pensado, quitese eso de la cabeza, le corresponde a usted o alguien de la familia, o a un amigo, un vecino, un conocido, pero yo no y no, es inutil que insista, no invitaré a su marido u cualquier otro hombre a mi casa, estaría bonito, pues sí que tiene ocurrencias peregrinas.
Maria se marcho muy decepcionada, pensaba que si le habian metido en este lío tendrian que sacarle de él. La señora Vasco se quedó nerviosa y un tanto divertida con la situación chocante que se le presentara. Estando en esto llegó su hija.
- Mamá qué tal estás?
- Bien hija, bueno un poco alterada por una situación inacreditable que me surgió.
- Oye mamá, tienes aquí una cartera grande.
- Quieres ver, que la señora María dejó aquí el monedero...
- Mira, no es unh monedero, es una cartera bien grande y repleta, casi rebienta por las costuras.
- Quédate aquí un ratito, veré si la alcanzo.
Recorrió la calle y nada, no la vio por ningún sitio, se tranquilizó pensando que ya volvería, guardó la cartera y claro que volvió, pero pasados unos dias, nerviosa y azarada.
- Oh Dios mío! es mi última esperanza.
- Ya le dije que no haré nada de lo que pretende.
- No, no es eso, es que perdí mi cartera, con documentos y dinero.
- Pues tuvo suerte, la olvidó aquí y se la tengo guardada.
- Menos mal, es que sabe temiendo que mi hija me levantase el dinero, que creo que se entiende con las brujas, lo saqué de la cuenta.
- Bueno, bueno, casi lo pierde.
- Ya me dije yo, esto es castigo, allá se iban mis "cinco mil contos"
- QUÉ, DEFINITIVAMENTE ESTÁ MAL DE LA CABEZA! Quien en su sano juicio, tiene en su poder una cantidad así y la suelta? Podian haberme llevado la cartera, desde aquí no la veía, Qué situación!. Merece llegar a casa sin él, le ruego que no me aparezca más por aquí, todo esto es un grandísimo disparate. Y su marido bebe? no me extraña nada.
- No volveré, no quiero nada con locas, válgame Dios, parece que nunca perdió nada. Mal agradecida! encima que les doy dinero a ganar.
Y así termina la historia, las brujas con sus pócimas ancestrales, el demonio apareciendose en los lugares menos esperados, el marido bebiendo y descargando sus vapores con la mujer, el dinero en varios dueños y los polvos? los polvos, como eran culpables de todo esto, encerrados y a buen recaudo. La comadre escandalizada, con tanta torpeza, la señora Vasca temiendo otra visita y el marido divertido con tan ridícula situación.